El nacimiento de esta ruta se produjo hace aproximadamente doce años, con más exactitud en el verano de 1999, donde hacía algunos meses que había sido contratado para hacer el trabajo de mi vida como monitor de escalada, y poco más tarde me atreví a darle vida a esta impresionante ruta. Por este entonces, mi motivación estaba por los cielos, y más al poder ver la posibilidad de tener más escuelas potentes en la zona sur. La escalada en ese momento era mi vida, sólo deseaba que llegaran los fines de semana para pasarlos acampado en algún sector disfrutando del campo e intentando hacer las rutas más deseadas. En aquella época nos reuníamos con compañeros fanáticos de la zona sur y sureste para buscar nuevas zona y así tener o crear impresionantes proyectos. Nos motivábamos mucho entre unos y otros y siempre nos picábamos sanamente retándonos a ver quien encadenaba el proyecto en la próxima jornada.
Antes de equipar «Lechita pa tus nalgitas», habíamos escalado muchas de las vías del sector de La Sorrueda, pasando grandes temporadas curtiéndonos el lomo en este sector. Un poco más tarde, llegó la gran aparición de la escuela de Fataga en la que queríamos que surgieran esos primeros octavos en nuestra zona sur. Cuando yo empece con Lechita ya estaban equipadas vías como 8 Jamás, La Ira o La Virgen, aunque con muchas presas pegadas con sika y no pasaban del séptimo grado; esta nueva zona tenía distintos ángulos a los que no estábamos acostumbrados, por lo que teníamos que hacernos al paño. También había un boulder de piedras sikadas alrededor de La Ira al que se le llamaba Presa Canario. El fanatismo y movimiento de este tipo de vida me inyectaba una energía que hacía que fuera a equipar solo cuando hacia un calor inhumano y no se podía ni escalar.
Un día subí a Fataga y le pedí el taladro y chapas a mi amigo Álvaro y tiré a equipar esa ruta que hoy es un clásico(Lechita Pa Tus Nalguitas 8a). Desde que me descolgué empecé a limpiar y alucinar con el ángulo de la vía aunque ya veía que en la zona de arriba no existía muchos agarres para poder escalar esa secuencia. Puse los dos últimos seguros y me salté el que hoy es casi el más importante de la vía, coloqué el seguro que está al lado de los cantos antes de salir a los sikados del desplome. De ahí, continué colocando seguros intuitivamente con grandes esfuerzos para pegarme a la pared por el desplome de esta vía y sin parar de darle martillo a toda la cascarilla que tenía, puesto que estaba muy sucia aunque hoy no lo parezca. La siguiente sesión tocó sikar las piedras de la entrada y arreglar los agarres de arriba para poder hacer la vía posible. Después de equiparla me surgió un viaje a la peni para escalar, por lo que no pude probar la vía, y le comenté a Lorenzo y a Ale que la probaran viéndole mucho color. Después de mi llegada empecé a probarla y vi que la vía necesitaba ese séptimo seguro, ya que tenías que hacer la secuencia dura sin asegurar y luego chapar el octavo con unas regletas muy pequeñas. Es así que hoy casi todos los que la hacen, se saltan el octavo seguro hasta llegar al canto siguiente y chapar el noveno. Esa vía nos empezó a dar una adrenalina que hasta soñábamos con la ruta cuando la estábamos trabajando para encadenarla.
Fataga era nuestra escuela más preciada para todos esos escaladores de la zona sureste, ya después de este momentos empezaron a equiparse y a terminarse el resto de octavos de esta zona, como «Búscate la Vida» y algunas otras equipada por Ale el rubio. Cuando venía algún escalador foráneo le aconsejábamos «Lechita» para que nos orientara en el grado para corroborar si teníamos nuestro primer octavo encadenado.
Después de toda estas vivencias y el paso de los años, esta ruta se ha convertido en el octavo de referencia y el proyecto de muchos de los escaladores isleños. Aun así, no creo que sea fácil encadenarla. Por lo que, me gustaría felicitar a todos los que la han hecho últimamente como: Pablito, Antonio, Damian y darles mucho ánimos a los que la quieren hacer, que seguro que la conseguirán, la vía es muy guapa y te deja progresar y disfrutar cada pegue que le das.